Compassion Dominicana

Tenemos un nuevo Papá 

Cómo el amor de Jesús transformó a toda una familia.

Esta es la historia de un padre que se alejó de sus malos hábitos y recibió a Jesús, gracias a sus gemelos, que eran parte de una iglesia asociada con Compassion. Es una historia acerca de cómo se convirtió en un mejor hombre, un mejor padre y ahora está transformando su comunidad predicando el evangelio. 

Un ambiente diferente 

La luz que entraba por los huecos del techo de zinc despertaba a Daniel y Daniela cada mañana. Las paredes también tenían huecos, pero al menos estaban todos juntos. Algunos días eran más felices, especialmente cuando podían ir al centro de Compassion, que estaba casi al lado de su casa. Ahí podían comer y sentirse queridos. 

Al principio, como muchos niños, los gemelos iban al centro por los refrigerios y las comidas, diferentes y más sabrosos que los de casa. 

Pero el centro se convirtió en un segundo hogar: recibían comida, ropa, medicinas y cuidado en todo sentido. Veían otro estilo de vida, al relacionarse con el personal del centro y los trabajadores de la iglesia. 

“La gente del centro era muy amable y cariñosa con nosotros. Estoy segura de que nuestro papá sabía que allí había un ambiente diferente, y por eso nos dejó ir”, dijo Daniela. 

José, su padre, no tenía trabajo fijo: ayudaba en un taller mecánico y ganaba entre 0,50 y 0,90 USD al día, apenas suficiente para una comida. Se consideraba una mala persona. Cuando los adolescentes del centro cruzaban frente a su casa, se le llenaban los ojos de lágrimas. 

“No quería la vida que llevaba. Cuando pasaban frente a la casa y veía su libertad y el amor en sus rostros, sentí que debía seguir su ejemplo”, confesó José. 

José: un hombre con malos hábitos, que quería cambiar de vida.  

José era un hombre trabajador, aunque triste, con rostro adusto y agresivo. Asustaba a la gente y era buscado para pelear. 

“Tenía costumbres extrañas: salía al patio muy seguido, ponía música fuerte y fea en la casa, y bebía mucho con sus amigos”, comentó Daniel. 

A pesar de esa vida cotidiana, Daniel y Daniela sabían que el comportamiento de su padre estaba mal. Las enseñanzas del centro les abrieron los ojos, y con el tiempo sintieron cuán distinto era ese lugar en comparación con su hogar. 

“No creo que se lo dijéramos a papá en ese momento, pero un día lo seguimos al patio. Creo que teníamos unos 10 años, y lo que vimos nos llenó de tristeza: descubrimos que iba al patio a consumir drogas”, recordó Daniel. 

Siguiendo un buen camino 

Desde niños, los gemelos comprendieron quién era Jesús gracias a los tutores, y sintieron su amor. 

“En el centro, los tutores siempre nos enseñaban qué cosas eran buenas y agradables a Dios y cuáles eran malas. Al oírlo casi todos los días, ver cuán real era Dios y cuánta verdad había en las enseñanzas, decidimos seguir a Jesús y hacer lo correcto”, relató Daniel. 

Los gemelos decidieron ser responsables con sus estudios, elegir buenos amigos, se bautizaron y sirvieron en la iglesia. Sin embargo, la tristeza de ver a su padre malgastando dinero en alcohol y drogas no desaparecía. 

Cambios de adentro hacia afuera 

Un sábado, después de la iglesia, regresaron a casa y encontraron una fiesta con música alta, alcohol por todas partes y sus padres bailando y bebiendo. 

“Miré a mi padre a los ojos y le dije: ‘Papá, somos cristianos y no deberíamos escuchar esa música’”. Lo que no esperaban era que, minutos después, esa frase de los gemelos sería el inicio de un extraordinario cambio en su vida y en la de toda su familia», recuerda Daniela. 

José comenzó a ir a la iglesia. Al principio no abandonó por completo sus vicios, pero Daniel y Daniela empezaron a notar pequeños cambios: ya no discutía tanto y hablaba con más ternura. 

“Nos dimos cuenta de que había aceptado a Jesús un domingo cuando regresó a casa con una sonrisa. ¡Su rostro estaba iluminado! Nos abrazó, nos contó la novedad, y comprendimos que años de oración por él no habían sido en vano”, dijo Daniel, con una gran sonrisa. 

Todos los domingos en la iglesia, los gemelos pedían oración por su padre. Y llegó el momento del verdadero cambio: José dejó las drogas y el alcohol. Su esposa, María, también se apartó de sus vicios. Juntos comenzaron a asistir a la iglesia y pronto empezaron a oficiar encuentros frente a su casa, predicando a vecinos y transeúntes. 

Como ya no gastaba dinero en vicios, José comenzó a ahorrar e invertir: abrió una tienda de abarrotes en su antigua vivienda y, poco a poco, construyó una casa digna para su familia. 

Antes les gritaba y los alejaba; ahora los busca, los cuida y, sobre todo, procura que sus gemelos crezcan en el camino del Señor. 

Un ejemplo piadoso para sus hijos 

“Mi padre es nuestro ejemplo y guía. Leemos la Biblia juntos y oramos en familia. Nunca pensamos que la comida del centro cambiaría nuestras vidas al final”, afirmó Daniel. 

“No sé qué habría sido de nuestras vidas ni de la de mi papá si no fuéramos parte del centro. Tal vez estaríamos muertos, porque sin el conocimiento de Dios que recibimos, habríamos seguido su patrón. Los hijos hacen lo que hacen los papás.” — Daniel 

“Agradecemos a Dios y al centro por toda la ayuda que nos dieron, pero el regalo más grande que hemos recibido ha sido Jesús y mi papá.” — Daniela 

Durante años, aunque vivían bajo el mismo techo, Daniel y Daniela sintieron a su padre como ausente. Cuando los padres caen en vicios, los hijos sufren académica y emocionalmente. Por eso es vital que los papás estén presentes y conectados con el desarrollo de sus hijos, junto con la iglesia y Compassion, para que sus hijos puedan romper el ciclo de pobreza en nombre de Jesús. 

Esto fue lo que sucedió con Daniel, Daniela y José. Gracias a la influencia espiritual sobre los gemelos, la vida de su padre cambió y, con ello, la de toda la familia. Hoy son ejemplos de valores, respeto, sueños y un futuro hermoso por delante. 

La familia se ha convertido en defensora activa en su comunidad, respaldando el centro y motivando a otros padres a través de su testimonio… y el efecto multiplicador continúa. 


Autora: Yrahisa Mateo, Fotorreportera de Compassion República Dominicana 

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