Una condición incurable no detiene la fe ni los sueños de esta familia

Domingo estudiaba ingeniería civil en la universidad cuando conoció al amor de su vida. Pronto, la pareja tuvo que mantener a tres hijos pequeños, lo que obligó a Domingo a dejar la universidad y trabajar a tiempo completo para mantener a su familia. Tenía solo 25 años cuando comenzó a experimentar síntomas físicos preocupantes, incluyendo una pérdida de visión cada vez mayor. La preocupación lo acosaba: ¿cómo podría mantener a su familia si no podía ver? Pero lo peor estaba por venir. El devoto padre se sintió angustiado cuando sus tres hijos también comenzaron a perder la vista. «Estaba muy preocupado por mis hijos», dice. «Mi hija mayor, Milainy, empezó a quedarse ciega a los cuatro años. También le costaba caminar y su corazón estaba fallando». Según supo la familia, Milainy y Domingo padecen la misma enfermedad incurable: el síndrome de Marfan (SMF), un trastorno genético del tejido conectivo que, entre otras cosas, afecta los pulmones, los ojos, los huesos y el corazón. De hecho, los tres hijos de Domingo heredaron el síndrome de Marfan (SMF) y sus síntomas se agravaron con el paso de los años. Después de Milainy, su hermana, Mileysi, comenzó a perder la vista a los seis años, y su hermano, Darwin, a los tres. Debido a la gran necesidad de la familia, los tres niños fueron registrados en Compassion. Un refugio en medio de la tormenta Para escapar de la insoportable realidad de su vida familiar y del agravamiento de su enfermedad, Milainy, Mileysi y Darwin pasaban el mayor tiempo posible en su centro de desarrollo integral en la iglesia local. Les encantaba el ambiente de apoyo y cariño, y su actividad favorita eran las lecciones bíblicas. Al regresar a casa, disfrutaban compartiendo con su padre lo que habían aprendido ese día en el centro. Pronto, gracias a la influencia de sus hijos, Domingo aprendió a orar. “Gracias a mis hijas, comencé a aferrarme a la oración”, dice Domingo. “Empecé a orar todos los días, todo el día. Finalmente, empecé a ser un hombre agradecido, y después de un año de sufrimiento, me levanté, me armé de valor, abracé a mis hijos y empecé a seguir adelante”. Pero fue en ese momento de mayor oscuridad cuando la luz de Dios comenzó a brillar a través del acompañamiento constante de la iglesia. Gracias al apoyo del programa, sus hijos han recibido alimentos, medicinas, cirugías oculares, gafas, orientación emocional, actividades bíblicas y, sobre todo, el cariño de un equipo comprometido que los conoce profundamente. Milainy, la mayor, ha recibido tratamiento especial para su columna. Mileysi y Darwin han superado sus propias dificultades visuales. Y Domingo, con ayuda del centro, ha fortalecido su fe y ahora se dedica con pasión al cuidado de sus hijos. Estoy agradecido con el centro, porque como padre soltero, me resulta muy difícil tratar con adolescentes. Estas mujeres de Dios nos ayudan a mis hijos y a mí a aprender a manejar emociones que no sé cómo manejar. Debo admitir que la ayuda que nos brindan va más allá del dinero y las cosas materiales, que recibimos con alegría. En el centro y en la iglesia nos brindan las cosas que realmente van a transformar la vida de mis hijos, y eso es invaluable —enfatiza Domingo—. Un futuro brillante Aunque no puede ver, Domingo no se rinde. Todos los días sale a vender productos de limpieza puerta a puerta, acompañado de uno de sus hijos, para contribuir al sustento del hogar. “El centro y la iglesia nos han dado cosas que transforman vidas, y eso no tiene precio”, dice con gratitud. Los tres niños siguen creciendo con sueños firmes: Milainy quiere ser contadora, Mileysi desea ser profesora de Lengua Española, y Darwin, que ama el béisbol y las matemáticas, sueña con ser pelotero. Son niños responsables, agradecidos y llenos de fe. Los objetivos de desarrollo integral que se esperan de los niños inscritos en los centros de Compassion, administrados por iglesias evangélicas locales, se están cumpliendo en la vida de Milainy, Mileysi y Darwin. Estos tres son ejemplos vivientes de cómo un grupo de personas puede unirse para cuidar y apoyar a quienes lo necesitan, a medida que se convierten en jóvenes independientes y llenos de fe que buscan sus sueños y esperanzas. Hoy, esta familia es ejemplo de cómo, a pesar de una condición incurable, el amor de Dios, el compromiso de una comunidad y el poder de la educación pueden abrir un camino hacia un futuro brillante. Autora: Yrahisa Mateo, Fotorreportera de Compassion International República Dominicana.
Luchando a pesar del dolor

Melody, una niña de 11 años, fue diagnosticada con malrotación intestinal desde los dos años. Su ingreso al centro de Compassion le permitió recibir tratamiento médico a tiempo y desarrollar una vida normal. Ahora, esta joven luchadora sueña con un futuro aún más grande.
Autora: Juana Ordóñez Martínez, Fotorreportera de Compassion Honduras
Tenemos un nuevo Papá

Los gemelos Daniel y Daniela crecieron rodeados de drogas y alcohol, ya que su padre, José, estaba inmerso en esos vicios. Pero gracias a las instrucciones espirituales, oraciones, amor y valores recibidos en el centro, los gemelos dicen que no solo sus vidas fueron transformadas, sino que su padre se convirtió en un hombre completamente diferente. José venció su adicción y se convirtió en predicador, defensor… y el héroe de sus hijos.